BIOGRAFÍA
Hijo del notable escritor José Eusebio
Caro. Debido a
las circunstancias políticas del país durante su infancia, no siguió estudios
regulares en establecimientos de educación, ni recibió títulos académicos,
aunque posteriormente por su trayectoria fue reconocido con Doctorado
honoris causa en Jurisprudencia por Universidades de México y Chile. Dirigió
la Academia colombiana de la Lengua, participó en la redacción de la Constitución
de 1886 y
ejerció como diputado, presidente del consejo de Estado, Vicepresidente
de la República (1892) y Presidente de
la República (1894). Tras
abandonar la política, se dedicó a la literatura: es autor de una Gramática
de la lengua latina (en colaboración con Rufino José
Cuervo, 1867), ensayos (Tratado
sobre el participio, 1870) y traducciones de obras clásicas (Horacio, Tibulo,
Catulo, Virgilio).
Constitución de 1886
La idea de la Constitución de 1886 era
producir una regeneración en todas las bases de la sociedad Colombiana.
Aun así las ideas de Caro en los debates de la
constitución de 1886, se centraron en garantizar una mayor participación de la
población en el Estado, proponiendo para la constitución de 1886 un régimen en
donde todos los productores, mediante corporaciones populares tuviesen directa
participación en el senado. Según Caro, las corporaciones eran expresiones
de organismos orgánicos, al contrario de los partidos.
“Si hay corporaciones populares, ha de haber sufragio
popular amplio, para elegirlas. Si no hay sufragio popular amplio, no se diga
que hay corporaciones populares”
Por tanto según Caro “el voto corporativo para
la alta cámara”, moderará a la otra. Como en Colombia no están organizados
esos intereses sociales, propone que provisionalmente hasta que estos fuesen
creados el gobierno elija los seis senadores “como representantes de
determinados elementos sociales, por ejemplo, el alto clero, de la clase
militar, de los intereses económicos, comerciales, industriales y agrícolas, y
de las profesiones intelectuales”
Para Caro en el sistema corporativo se debe mantener
el sufragio popular y la universalidad del sufragio, porque ésta es una
alternativa menos mala que la de la restricción.
Caro priorizaba a las corporaciones, porque estas eran
expresiones de organismos de la sociedad, al contrario de la representación por
medio de la elección de representantes, que prioriza a la multitud. Así
declaraba que: “Dentro del concepto exclusivamente democrático, no cabe la
dualidad ni multiplicidad de cámaras legislativas; porque si sólo el pueblo ha
de ser representado, y el pueblo es uno e indivisible ha de ser el cuerpo
representativo del pueblo, como lo han sido en otras épocas las convenciones y
asambleas en Francia....La dualidad de cámaras ha de apoyarse, y en efecto se
apoya en un fundamento verdadero y sólido: en la distinción entre el pueblo o
muchedumbre que forma la cámara popular, por una parte, y por otra los miembros
orgánicos del Estado, clases, órdenes o intereses sociales en cualquier forma
organizados, que deben constituir la alta cámara”
Caro después de terminados los debates se lamentaría
que sus posiciones corporativas no se viesen reflejadas en la constitución del
1886.
A propósito del voto restringido Caro había
argumentado en la Asamblea lo siguiente: “Insisto, señor Presidente, porque
esté punto es capital, que en la instrucción o en la riqueza, que pertenecen al
orden literario y científico, la primera, y al económico la segunda, no son
principios morales ni títulos intrínsecos de ciudadanía, y que sólo tienen
valor en cuanto se subordinan al superior criterio que exige al ciudadano recto
juicio e independencia para votar. Conferir exclusivamente a los propietarios
el derecho de votar, porque pagan contribuciones al Estado, es ver en el Estado
una entidad moral para convertirla en compañía de accionistas, y atribuir
únicamente esas funciones a los que sepan leer y escribir, como si esta
circunstancia envolviera virtud secreta, es incurrir en una superstición”
Las firmes creencias religiosas e hispánicas de Caro
lo llevan a crear una constitución que se fundaba en los valores de la religión
católica. Su noción básica de la nacionalidad se remitía a la comprobación de
que en Colombia sólo la lengua española y la religión católica unían a una
población extremadamente diversa, y que ninguna de estas podía ser remplazada
por otra, a no ser que se quisiese caer en la "incredulidad".
Exalta la democracia municipal: considera que el
Municipio es la “verdadera y legítima base social de las nacionalidades”, y en
orden a que se realice debidamente la descentralización “dentro de la verdadera
unidad nacional”, el poder central debe ser más bien un poder general, “en
perfecta armonía con las libertades municipales”
Caro había criticado en el pasado, la ideología
utilitarista, que se quería impartir en los colegios de Colombia, durante la
era del Olimpo Radical, mediante la enseñanza de las ideas de Bentham.
Consideraba que la educación católica era por tanto una necesidad en el marco
ideológico, por eso a partir de 1887, propuso que en Colombia se impartiese
como obligatoria la educación religiosa católica en escuelas y colegios.
Vicepresidente y presidente de la
República
En 1892 es
elegido vicepresidente de la República, en fórmula con el reelecto
presidente Rafael Núñez, quien no pudo asumir el poder por problemas de
salud, por lo que Caro se encargó de la presidencia; dos años después Núñez
falleció, y Caro ejerció el poder desde el 7 de
agosto de 1892 hasta el 7 de agosto de 1898. Curiosamente,
pese a que tuvo uno de los mandatos más largos de la historia de Colombia,
nunca utilizó el título de presidente, sino el
de vicepresidente encargado del Poder Ejecutivo, por respeto a
Núñez. Además de la oposición liberal, tuvo que enfrentar la oposición de los
conservadores históricos (es decir del partido conservador) que fue total
hacia 1897. Liderados por Carlos Martínez Silva en Bogotá y por Marceliano
Vélez en Medellín, los conservadores tradicionales, bajo la bandera del
historicismo político, consideraban traicionadas las glorias del pasado por las
ideas sostenidas por Núñez y Caro en sus años de gobierno.
En su gobierno Caro procedió a la nacionalización de
los licores y posteriormente en 1893 restauró el Estanco de Tabaco, dándole el
monopolio al Estado sobre su producción y comercialización. Ello llevaría a la
agitación política desatada en Bogotá a principios de 1893, cuando los
partidos se alzaron y tuvieron a la ciudad prácticamente en sus manos, en días
de violentos asaltos y choques con la fuerza pública. El general Antonio
Basilio Cuervo Urisarri, ministro de Gobierno, logró el retorno a la
normalidad.
El Partido
Nacional (Colombia), ya parecía estar en minoría en la cámara de
representantes, por lo que Caro se vio obligado a exigir que Rafael Nuñez,
reasumiese el poder, con la mala fortuna de que Nuñez fallecería el 18 de
septiembre de 1894, tratando de organizar su regreso a la ciudad.
En 1895 tuvo lugar una revolución en la que fuerzas liberales se
levantaron contra el gobierno a principios de ese año. Caro llamó entonces al
general Rafael Reyes y lo puso al frente de los ejércitos
legitimistas. Reyes planeó una campaña relámpago que inició en La Tribuna,
adelante de Facatativá, bajó al Magdalena, siguió hasta la Costa Atlántica
y entró por allí a Santander, donde estaba el foco de la revuelta,
acabando finalmente con la guerra en Enciso.
Otro hecho que tuvo lugar bajo su mandato fue el del
llamado gobierno de los Cinco Días. Caro se había retirado a la hacienda de
Casablanca, en Sopó, y había dejado encargado del gobierno al
general Guillermo Quintero Calderón, como designado que era éste a la
Presidencia. Quintero Calderón había tomado ya el partido de los conservadores
históricos, y nombró un gabinete encabezado por Abraham Moreno, figura destacada
de éstos en Antioquia. Al darse cuenta Caro de la orientación que se quería dar
al gobierno, dando la espalda a los nacionalistas, reasumió el mando en Sopó y
puso en manos del general Manuel Casabianca, nombrado por él ministro de
Gobierno y de Guerra, el trabajo de restablecer el orden, dentro de los marcos
de inspiración nacionalista de su gobierno.
En 1898 logró imponer en
la Presidencia de la República al octogenario dirigente Manuel Antonio
Sanclemente, y en la Vicepresidencia al también anciano literatoJosé Manuel
Marroquín, con la intención de mantener su influencia política, pero el plan se
volvió en su contra cuando Marroquín, apoyado por un sector del conservatismo,
derrocó a Sanclemente en 1900, desatándose
la Guerra de los mil días y la separación de Panamá.
Socialismo Católico e Ideario
Hispánico
Miguel Antonio Caro relacionaba el tradicionalismo de
carácter hispánico, con lo que él llama socialismo cristiano Caro
consideraba que el Socialismo Cristiano, por medio de la propiedad gratuita,
era un medio para conservar la moral y la dignidad del pueblo colombiano. Así
Caro dirá: "El ideal comunista es un ideal falso y absurdo, como
hijo, al fin, de la envidia; mientras que el Socialismo Cristiano, que procura
ensanchar la esfera de la propiedad gratuita, es un ideal generoso y
científico, hijo de la caridad".
Así Caro en conjunción con su socialismo cristiano,
dirá en su mensaje al congreso de 1894:
"Ningún género de monopolio de Estado aún en los
casos de abuso y de mayor abuso, ofrece los inconvenientes a que en su gran
desarrollo, ilimitado, cual lo exige y sustenta el liberalismo, sin freno moral
ni inspección gubernamental, está expuesta la libre concurrencia. El
"trabajo libre" que parecía sinónimo de redención, desarrollándose en
Europa fuera del cristianismo, ha sometido a millones de obreros a una
servidumbre infinitamente más opresiva que la de los siervos de la gleba; por
lo cual las masas desengañadas abominan del liberalismo, ansiosas de una
libertad, que no podrá florecer por la venganza que se elabora, sino por el
triunfo del Cristianismo en la conciencia de los pueblos y en las leyes de las
naciones".
Por tanto la característica central del pensamiento de
Caro es su defensa inquebrantable de la idea de hispanidad. Al contrario de su
padre José Eusebio, que había soñado con una síntesis entre catolicismo y
liberalismo, muy en la línea de Saint Simon y Lammenais. Miguel Antonio se
oponía al pensamiento de su padre y el mismo Sergio Arboleda. Lo que él buscaba
no era sintetizar lo mejor del catolicismo y el liberalismo, sino el retorno
incondicional a la forma de ser hispánica, que no se limitaba únicamente a la
práctica de la religión católica, sino que abarcaba todos los aspectos de la
vida del hombre. El hispanismo de Caro es, por tanto, una
"Weltanschauung", una visión completa del mundo.
Caro no reniega en ningún momento de las guerras
americanas de independencia frente a España, pues hasta en ellas le parece ver
el cumplimiento de un designio divino. Fue incluso uno de los pocos escritores
colombianos que cantó poéticamente las gestas libertadoras de Bolívar, en su
famosa Oda a la estatua del libertador. Lo que rechaza no es la
independencia sino la revolución, es decir, el intento de organizar las jóvenes
Repúblicas hispanoamericanas de acuerdo a los principios anglosajones que le
eran ajenos.
Humanista y filólogo
Escultura de Miguel Antonio Caro en la Academia
Colombiana de la Lengua.
A la par de su actividad como periodista político, se
convirtió en uno de los filólogos más destacados de Hispanoamérica, siendo
considerado del mismo nivel que Andrés Bello y Rufino José
Cuervo (ver Instituto Caro y Cuervo). El 5 de noviembre de 1878 fue
elegido miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua. Además,
fue uno de los fundadores de la Academia Colombiana de la Lengua, de la
cual fue presidente. También fue correspondiente de la Real Academia
Española.
No tenía título académico, pero, en vista de su obra
como humanista, legislador y publicista, se le confirió honoris
causa el grado de Doctor en Letras y el de Doctor en Jurisprudencia de las
universidades de Chile y México.
Caro adelantó trabajos filológicos en torno a la obra
de Virgilio, por él traducida y comentada (1873-1876), y estudió exhaustivamente
el latín hasta dominarlo casi que como lengua propia, como quedó
registrado en los tres tomos que el Instituto Caro y Cuervo publicó
entre 1947 y 1951, además de que escribió poesía en latín.
Produjo importante material en el campo de la crítica
literaria. Autores españoles, colombianos e hispanoamericanos ocuparon su
atención, destacándose entre todos estos escritos unas páginas que dedicó
al Quijote. Es autor, además, de ensayos sobre la interpretación
filosófica de la historia. Un ejemplo singular es el prólogo que escribió
para la edición de la Historia de Lucas Fernández de Piedrahita, donde se
plantea precisamente el tema de la conquista de América.
Incursionó en la poesía con piezas entre las
que se destacan "A la estatua del Libertador" y el soneto "Patria".
Gran parte de su obra fue publicada en periódicos y
revistas. Publicó algunos libros: Estudio sobre el utilitarismo, Gramática
latina (en colaboración con Rufino José Cuervo), Obras de
Virgilio (tres tomos), Artículos y discursos, su discurso Del
uso en sus relaciones con el lenguaje, Horas de amor, Poesías, Traducciones
poéticas y las Poesías de Sully Prudhomme.
Muerto Caro, el gobierno nacional encargó a su hijo
Víctor Eduardo la recopilación y publicación de las obras de su padre. Fue así
como se publicaron ocho tomos de Obras completas (1918-1945) y
tres de Obras poéticas (1928-1933).
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